En tercer lugar, debe señalarse una circunstancia —que en general no se toma en cuenta— y es la multiplicación de idio- mas africanos —existen más de 800— de los cuales sólo pocos los conocen bier núcleos de población superiores a los cinco millo- nes. De aquí nace la necesidad —no siempre bien comprendida— de tener que usar un idioma europeo en la publicación de perió- dicos y revistas. Los bajos ingresos, en segundo término (un 707 de la po- hlación total sólo alcanza a obtener un ingreso de $ 100 pcr año). La opinión pública sólo puede desempeñar su importante rol en sociedades cuyos grupos integrantes se hallen en estre- cha vinculación. Tal no ocurre, sensiblemente, en tierras africa- nas porque el continente se encuentra fragmentado en miles de gTUpos distintos, que entre sí, aún dentro de los límites geográ- ficos de una nación, no se encuentran en contacto directo. Por otra parte —y es ella alentadora circunstancia— existe un potencial enorme para la aparición de una opinión pública, verazmente autóctona, en razón del “sistema de valores” que tanta gente hace suyo (señalo el ejemplo legado por los antepa- sados, la constitución de la familia, la tribu) así como la con- ciencia nacional que poco a poco, se da a conocer, imponiéndose a la postre. Con sobrada razón, los gobiernos de la mayor parte - de las nuevas naciones consideran que estimularla y hacerla co- nocer, por todos los medios, equivale a cumplir primordial deber. Africa es un continente inmenso que cubre una superficie de 30 millones de kilómetros cuadrados, con una población, apre- ciada en la actualidad, de 314.370.000 habitantes, a la mayoría de los cuales no llega la influencia de los medios de comunica- ción. De aquí previene la dificultad de circunscribir la opinión pública africana —que desde luego existe, digna de la mayor consideración—. Ella varía en cada uno de los otros continentes, según los países que los forman —y aún dentro de cada país— se- gún las clases sociales que posee. La opinión pública, en el sentido más alto de la expresión, tiende a ser distinta: 1) En la categoría de los intelectuales, que de momento en Africa no pasa de ser una.minoría y muy pequeña. Aspira ella sobre todo a afirmar su personalidad, su autonomía, su orgullo de raza; pudiendo apreciar los acontecimientos, las si- tuaciones, tanto sobre el plano nacional cuanto sobre el de or- den internacional, dentro del marco de sus propias aspiraciones, de su situación social, de la influencia de Occidente (de la que todavía es tributaria). 1D) A la categoría de los semi-letrados pertenecen aque- llos millones que han aprendido a leer y escribir, a calcular, también; pero que todavía no han tenido acceso al ciclo secun- dario de estudios. En su mayoría son jóvenes, y no pocos se encuentran resentidos. Muchos llegan a la desesperación al con- vencerse de cuán fútiles resultan sus esfuerzos por modificar y mejorar su situación. La que pesa sobre ellos como triste des- tino. Y es en este estado de ánimo que observan los aconteci- mientos, los actos del gobierno patrio, la actitud de la Iglesia. .. 111) Finalmente, existe la categoría de africanos que por circunstancias geográficas, históricas y también religiosas, se mantienen muy apegados a tradiciones milenarias, y no se ale- jan, ni corporal ni espiritualmente, de los villorrios y aldeas que los vieron nacer. La opinión pública en este ambiente sólo aleanza a la caza y a la pesca, a dos menudes sucesos del pueblo 0 “kraal”; a la visita eventual que reciben del médico, del mi- sionero, del agrónomo. Algunos grupos de africanos que viven en regiones predominantemente musulmanas, ni aspiran ni de- sean una renovación que podría significar el progreso. Su opi- nión está influenciada por !a tradición del Islam en Africa con- finada, sensiblemente, dentro del fatalismo del “statu quo”. ¡ Y el almuédano está allí varias veces al día para recordarlo...! 26