Alberto Villalpando CONSIDERACIONES SOBRE EL CARACTER DE LA MUSICA EN BOLIVIA La música nace en la práctica misma, y esta práctica obe- dece a una necesidad sonora, a una necesidad que obliga a que algo suene, comportando consigo el estímulo que habrá de sus- citar tal o cual reacción, conocida con anterioridad, y buscada por eso mismo. Sin embargo, esta experiencia subjetiva recrea- da, está condicionada en el individuo por una serie de factores, que no son otros que los que conforman la vida misma. El modo cómo es comprendida, cómo es comunicada y compartida. Pero la posibilidad de comprender y compartir la vida depende, de alguna manera, del lenguaje con que es posible la comunicación y el pensamiento, como del ambiente geográfico que obliga a enfatizar esta o aquella actividad humana. Todo esto significa, asimismo, no ya una forma más o menos determinada de en- tender la vida, sino de sentirla y, musicalmente, esto es lo que más interesa. La geografía de Bolivia, si bien es vasta y variada, como una respuesta cultural es una geografía esencialmente de mon tañas. Pero nuestro propósito no será describir la geografía co- mo tal, sinc intentar una descripción del modo con que las cosas suenan en este mundo de alturas y de aire ligero. Para manifestarse en el mundo sonoro que lo circunda, dos son las formas con que el hombre deja oir su ruido: la oposición y la mimetización. y La desolación puede, musicalmente, ser un sinónimo de si- lencio, y este silencio musical nos parece la continuación de una música remota e infinita, de una música siempre presente, allí, donde no es concebible la desolación. Este silencio es el que rei- na en las montañas bolivianas. Un silencio ominoso, acentuado —más bien limitado— por el viento. En efecto, el mundo sonoro de la montaña y del altiplano es el viento, que nace en el silen- cio para perderse en él. Tenemos así, una primera determinante musical: todo ruido o sonido está limitado por el silenció, en- tendiéndose este silencio-límite en sentido espacial. Un sonido no se pierde, comc sucede en otros ambientes, en el ruido mis- mo, sino que se pierde en el silencio. Y el viento, ese segundo lí- mite, pero que lo es del silencio, se lleva consigo a ese empobre- cido ruido. confirmando su pctencia y acentuando el silencio. ÓN electroacústica, existe un aparato llamado generador de ruido blanco. Por analogía con la óptica, el ruido blanco com- porta las ondas sorroras de toda la gama audible. Cuando en es- ta ensanchada banda, que va desde los 16 ciclos por segundo hasta los veinte mil, se elige un sector, por ejemplo desde los doscientos hasta los 10 mil ciclos por segundo, se dice que se trata de un ruido coloreado. Aunque esta es una de las varias formas de coloreár un ruido, bástenos como ejemplo. 15