bién una moralidad del arte, y que no se refiere, como muchos de nuestros lectores lo interpretarán a primera lectura, a los efectos moralizadores y correctores del arte mismo, sino a la naturaleza íntima del artista mismo, del escritor en el caso, a la manera virtual con que funciona su inteligencia, en 9uanto se busque en ella la dignidad, la independencia y el señorío per- sonales. Esa superior moralidad tampoco existe en todo nues- tro arte de escribir. El contraste de nuestra vida exterior con la mental es ridículo a fuerza de excesivo. El espíritu de nues- tros matasietes sociales y políticos aparece sobre el papgl im- preso tan desgarbado y sin donaire, tan pobre y tan servil que es cosa que mueve a risa. Siendo el arte de escribir, como todo arte, un arte de formas, y careciendo como carecemos total- mente de la noción y posesión de éstas —resulta que todas nuestras prosas y nuestros versos son pedantería insustancial, caricatura literaria, desproporción formal, y —lo típico— pobre- za mental, inelegante e incurable. He insistido sobre este punto: 1" porque he querido bus- car un ejemplo para probar mi teoría sobre que la raza no es apta para todas cosas y aprendizajes; 2* porque esta particu- lar deficiencia en nuestra naturaleza especial se complica y acentúa con un vicio correlativo y excesivo, cual es la manía artística, literaria en el caso, fomentada por la tradición in- sensata y por leyesmás insensatas todavía. Nuestros bovarys- tas están convencidos de que el bolivigno puede ser todo: ar- tista, pensador, profesor, comerciante e industrial, legislador y todo el léxico epitético. ¡ Y en esta ilusión se gasta el dinero, y algo mejor, la energía y el tiempo, lo irremplazable y lo irre- parable! ¡Pero abrid los ojos! Mirad un poco en' el fondo de Nuestra nacionalidad; buscad primero cuál es la parte de esta nacionalidad la más rica y mejor dotada bajo el punto de vista de la energía y de la natural disposición. Buscad primero dón- de está la estofa prima de toda evolución y de todo trabajo; es- tudiad en seguida las condiciones de la misma, y ved si real- mente es capaz de dar incondicionalmente todas las formas que neciamente exigís de ella; estudiad luego las condiciones pro- pias de esta estofa prima y sus leyes, para deducir la especie de actividad y de acción que puele rendir con mayor ventaja y con mejor acuerdo de su propia naturaleza; y entonces elimi- nad de vuestros procesos y teorías todo lo superfluo, lo injus- tificado, lo infundado, lo inútil y lo sin objeto. Y esto se llama educar y esto se llama gobernar,