EL CINE ITALIANC ¿Qué es lo que plantea el cine de nuestros días con líderes genialeas como Federico Fellini? La contestación a esta pregunta no puede ser uni- lateral. Responder a ella significa enfrentar la va- cuidad de nuestro mundo contemporáneo, su fal- ta absoluta de valores trascendentes con que sos- tener los futuros caminos del animal humano, y un convencionalismo que parece ser arrastrado por su propio peso hacia el caos. Es indudable que hablar del cine italiano y de un director como Federico Fellini, que según co- mentaristas autorizados podría pasar como un per- sonaje fustigador actualizando un nuevo Renaci- miento, es poner sobre el tapete —frénte al mundo moderno— las acusacioneas y denuncias que se vierten en “La Dulce Vida”. Se dijo —quizás para no provocar el pánico— que esa película de Fellini era una cruel saeta, disparada sobre un exclusivo círculo minoritario de gentes ricas y decadentes en un lugar de Eu- ropa. La verdad es otra. Esa película, por más que ciertos slogans justificatorios hayan dicho todo lo contrarlo, es una sátira cruel y demoledora con- tra una sociedad mundial, no contra la aristocra- cia romana. Una sociedad hastiada de sus pro- pias satisfacciones, libertades y comodidades. Para gente timorata, pendiente de una ética empequeñecida y supeditada a una perfecta armo- nía burguesa —durmiendo un pesado sueño sin conflictos heroicos, ni conflictos sórdidos que son los que implicarían las limitaciones de una econo- mía de hambre— el cine de Fellini pertenece al más cruel humor negro. Fellini no es optimista frente a las terribles y desconocidas facetas que devienen sobre el dramático mundo actual; su catolicismo es de una militancia agresiva que los católicos morados no miran con buenos ojos y ni siquiera muchos sacerdotes. Podríamos -afirmar que el humor negro que la gente tibia enjuicia en Fellini como brutal, y que les provoca un espan- table escalofrío de culpabilidad, en el Oriente tie- ne un paralelismo sorprendente con las metas ideales de los más preclaros arquetipos místicos. El arquetipo hindú es el testimonlo vivencial de que la luz y la gracia existen sobre los encana- llecidos mecanismos de un mundo que según todas las convenciones es perfecto y honorable. Y esto es lo que se revela por las grandes sátiras ten- denciosas de los films de Federico Fellini. Es indudable que este hombre al librarse de la tutela de sus familiares, siendo casi un adoles- cente, y al tener que enfrentar las contingencias del hombre que debe ganarse el pan que come, tuvo muy amargas reflexiones respecto al género humano del mundo occidental —su mundo—. Su aprendizaje de ganarse la vida comenzó en un circo. Después hizo libretos humorísticos para la radiotelefonía. La aventura de Federico Fellini —la cinematográfica— es la que comienza realizando corto-mertajes, siendo guionista de largo metraje EO N