DE LA PLUMA DE: THOMAS “—lAjajá! Abre tus grandes ojos; tienes moti- vo para ello; es un objeto luminoso, hecho para las largas contemplaciones. Un regalo que recibo de Frankfurt para mi colec- ción, al mismo tiempo que unos minerales de Wes- terwald y del Rhin. Pero este sobrepasa a los de- más. ¿Qué crees que es? “—¿Cristal? “—Piensa. Es una hiali- ta, un ópalo de vidro, pero un ejemplar espléndido por sus dimensiones y por su limpieza. ¿Has vis- to alguna vez alguna pieza parecida? No me canso de contemplarla y de meditar acerca de ella. Luz, preci- sión, claridad ¿eh? Una obra de arte, 0, más bien, una obra y una revelación de la naturaleza, del cos- mos, del espacio espiri- tual que proyecta en él su geometría eterna y le con- fiere una materialización especial. Mira la regulari- dad de las aristas, el tor- nasol de sus facetas; he aquí lo que yo llamo es- tructura interna ideal. Pues este objeto no tiene más que una forma única, renovada sin cesar, que le penetra enteramente, le MANN compone de dentro a fue- ra y determina sus ejes, su enrejado de cristal. Es esto justamente, lo que le da su transparencia, las afinidades de esta mate- rialización con la luz y la mirada. Según mi opinión, la geometría de las pirá- mides egipcias con sus aristas y sus superficies colosales y firmes, se ins- piraban en el mismo senti- do hermético: la relación con la luz, con el sol. Son monumentos solares, cris- tales gigantes; es la re- producción, desmesurada, hecha por la mano del hombre, de la imaginacion espiritual y cósmica. “—Qué interesante, pa- dre. "—ICaramba! tienen también una relación con la duración, con el tiempo, con la muerte y la eterni- dad; nos percatamos de que la simple duración es una falsa victoria sobre el tiempo y la muerte, pues, estando muerta, por esen- cia, desde su origen. ella no es más que un llegar a ser, porque en ella, la muerte se une a la con- cepción. Así, las pirámi- des cristalinas duran a través de las edades y los milenios, aunque privadas de vida y de significación; es una eternidad muerta, sin desarrollo; el desarro- llo importa más que todo; la historia de los que pronto adquieren su forma definitiva, es breve e indi- gente. Mira, pues, la sal, una sal de ese género, co- mo los alquimistas desig- naban a todos los crista- les, inclusive a los copos de nieve (casualmente se