= EN LA VENTANA Me hallo bramando de desolación. El dedo de la desolación me ha hecho una raya de color subido. Van los sueños a perderse en el otro lado del monte y el olvido surge como la índole de la fragancia que no sé dónde se ha quedado. Terrorífica vegetación me crece, terrorífica vegetación trepa a mi cuerpo y me estremece Llego a la ventana. La abro. Sucumbo ante la luz y profier o un largo alarido: nadie me escucha excepto Juan, que vuela hondo en la negrura. Se erizan mis cabellos con el fuerte viento y mis órbitas están moradas y blandas, como si largamente hubieran soportado latigazos de mujeres afectas a lo tenebroso y enfermas del corazón. Escucha cómo crece el ruido de la ciudad (Las loas infinitas de las ranas... Las loas infinitas). Abre la ventana y mira fijamente a lo hondo, escruta atentamente la oscuridad:; haz que chorrée sobre tu traje blanquecino el canto de un pájaro nocturno. Mediante unas alas transpórtate al río ancho y navega, navega. Tráeme frutos de otoño. Que tu cabeza golpée contra la mía, que produzca ruido con la mía Envuélveme y arroja mi cuerpo sobre la oscuridad Así, !qué será! Que tu mirada sea plena, radiante de ferocidad iluminada. Acércala poco a poco a la mía —Juan de la Colina