RECORDACIÓN FLORIDA 85 mensajeros por ser pocos y caminar con poco aparato más de aquél muy preciso y el bastante para sólo in- troducir sus creencias, según su estilo, pudieron pasar desde Teguantepeque a este Reino; pero habiéndose introducido a la presencia del rey de Utatlán, y pro- puesto su embajada, este señor de Utatlán, como no poco mañoso y advertido, se excusó con ellos, ne- gándose a todo, con el pretexto sagaz de no enten- derlos. Y despedidos de aquella corte pasaron a esta de Goathemala, donde fueron más bien recibi- dos y oídos del señor de los Cachiqueles; pero no por razón de esta urbanidad quedó asentado punto al- guno de aquellos tratados, más de la comunicación de un reino a otro, sin obligarse el señor de Goathe- mala a obviar sus daños, ni tomar las armas en su defensa, por el daño que les pudiesen hacer los Qui- cheles y Sotojiles, por razón de que éstos eran seño- ríos y cacicazgos distintos, que podían a su arbitrio usar de la concordia o de las armas cuando les pa- reciese. Pero restándoles, para cumplir y perfec- cionar su embajada, pasar a la corte de Atitlán a verse con el cacique o rey de los Sotojiles, en este país se vieron en grande y apretado conílicto, con aquel príncipe, que jamás a su propia sangre le guardó ley, ni palabra, obrando siempre contra el derecho de las gentes; porque allí fueron recibidos con vara y flecha; por cuyo inminente riesgo, siendo rechazados, dieron la vuelta por la propia corte de Utatlán, y el gran cacique o señor de aquella re- gión les hizo intimar que, dentro del término de un día natural, saliesen de su corte, y dentro del curso de veinte soles de toda la jurisdicción de su Reino. Nacía esta repulsa tan agria, no de frágiles ni mo- mentáneos principios, sino de que en el término que “estos embajadores gastaron en la jornada y residen- cia de algunos días en la corte de Goathemala, ca-