RECORDACIÓN FLORIDA 61 llanura, espaciosa, que yace cerca de unas barran- cas: y el Adelantado, usando de la sagacidad y cla- ro ingenio de que era dotado, dijo al rey, y a los caciques y principales de aquellos pueblos, que el salirse a la campaña, era porque estando aquellas casas tan unidas y las calles muy estrechas, los ca- ballos no podían esparcirse, estando acostumbrados a pacer por lo libre y dilatado de la campaña; pero estos rebeldes y mal mirados caciques quedaron tan tristes, que por sus semblantes se conocía el disgusto que recibían de ver malograda su aleve traza, aun- que no podían discurrir estar manifiesta su traición. Pero fuera de aquel peligro nuestro ejército, y pues- to, como llevamos dicho, en la seguridad de la cam- paña, no pudiendo el Adelantado D. Pedro de Al- varado tolerar más tiempo la aleve disposición de los caciques, a vista de los numerosos y armados escua- drones que tenían dispuestos, mandó prender al se- ñor principal de Utatlán, rey que se intitulaba del Quiché, llamado Chignahuiucelut, que quiere decir diez tigres, de la generación de Tanub (de que hoy se conserva familia bien conocida), y puesto a buen recaudo, por forma de justicia, por rebelde y trai- dor le mandó quemar; dando el señorío y princi- pado a su hijo por la muerte de su padre. Y apar- tándose luego el ejército de aquellas barrancas, mar- chó a tierra más llana y desembarazada, donde man- tuvo la guerra a los escuadrones, que estaban pre- venidos y dispuestos para combatir, al tiempo que aquella ciudad, hubiese de reducirse del estrago de las llamas al ejemplo de las cenizas, y manteniéndose en esta batalla nuestro ejército en la constancia que acostumbraba, consiguió la victoria, rompiendo y desbaratando los escuadrones de los indios. No consta, de todo el cap. 162 del original bo- rrador de mi Castillo, que el rey Chignahuiucelut, v — m iac oe —