- RECORDACIÓN FLORIDA 59 te, haciendo correrías de campaña, y varias entra- das por todas las poblaciones, conseguía de estas sur- tidas muchas presas de indios de entrambos sexos, que traía prisioneros a los alojamientos de Quetzal- tenango; con que, más apretados y afligidos aque- llos caciques de la junta, determinaron, conformes, enviar sus embajadores al Adelantado, a tratar con él de paces; remitiéndole con los embajadores un presente de oro de poca estima. Mas esta paz que procuraban, y a que fueron admitidos, abrigaba en lo interior un trato doble, que se radicaba en el convite que hicieron al ejército católico para la cor- te de Utatlán; previniendo el sucesor de aquel reyno, con militar disposición, el que se juntasen todas las mayores escuadras que pudiesen, que fueron mucho más numerosas que las pasadas, con arbitrio y or- den especial de que estuviesen ocultas dentro de las quebradas y barrancas de Utatlán, de que está ceñido aquel lugar por sus contornos, hasta que fuese tiem- po de acometer; que había de ser en estando dentro de la población los castellanos, y le diesen fuego, a la ciudad. Esta máxima, trazada en los Tatoques de sus pue- blos, que son como cabildo o consejo de guerra a paz se pusieron en práctica; rogándoles los princi- pales de la embajada, a don Pedro de Alvarado, que, admitiendo su amistad, se fuese con ellos a aquella corte de su rey, por ser lugar más numeroso y despejado que el de Quetzaltenango, y estar en sitio más apacible y con otras muchas poblaciones cer- canas, y que allí más bien podrían acudir a servirle. El Adelantado, que ignoraba el veneno que rebosaba el convite, los recibió con muchas demostraciones de amor, y habiéndoles dado a entender lo mal que habían obrado en haber mantenido las guerras pa- sadas, con cuya causa se habían producido tan san- —