- FUENTES Y GUZMÁN res fuerzas que las naturales, porque viendo que no bastaba el que con sus poderíos se hubiesen juntado los diez gobernadores o grandes de aquel pueblo, cuyo dominio y mando se extendía en cada uno de ellos sobre ocho mil súbditos, y en el de todos, de ochenta mil, trataron de valerse del arte de los en- cantos y Naguales; tomando en esta ocasión el de- monio, por el rey del Quiché, la forma de águila o quetzal, sumamente crecida, y por otros de aque- llos Ahaus, varias formas de serpientes y otras sa- bandijas. Pero entre todas, aquella águila, que se vestía de hermosas y dilatadas plumas verdes, ador- nada de resplandecientes joyas, de oro y piedras fi- nas, volaba con extraño y singular estruendo sobre el ejército, pero procurando siempre enderezar to- do el empleo de su saña, contra el heroico caudi- llo D. Pedro de Alvarado; mas este ilustre adalid, sin perderse de ánimo ni pausar jamás su marcha, tomando una lanza en la mano, sin desmontarse, la hirió con ella tan diestro, que vino muerta a la cam- paña, donde la acometieron dos perros que eran del general D. Pedro de Alvarado. (Llama esta cir- cunstancia, de haber sólo dos perros en todo el ejér- cito, a la advertencia, y recuerdo cristianos del Rdo. Obispo de Chiapa, Casas). Viendo tendido aquel extraño y maravilloso pájaro en el campo, se vol- vió Alvarado a los caballeros, que le seguían más inmediatos, en las próximas filas, y les dijo: «No ví en lo de México más extraño Quetzal»: y por esto, llamándose el pueblo Xilajú, que quiere decir debajo de diez, por aquellos diez grandes que tenían el gobierno de ochenta mil hombres, a ocho mil ca- da uno de ellos, desde este suceso se llamó Quetzal- tenango, que quiere decir, el cerro del Quetzal; y lo del perro muerto, aunque mi Castillo no se ex- plica, por faltarle la noticia, de que los indios usa-